He de confesar que me gusta viajar en transporte público, lo veo como un tiempo de reflexión, introspección e, incluso, formación. Entre las cosas que hago en estos ir y venir en el metro de Madrid, una de ellas es escuchar las magníficas conferencias que ofrece la fundación Juan March, este artículo viene motivado por una de estas conferencias que trataba acerca de la obra de Thomas Hobbes. En concreto me estimuló la importancia que da este autor a las emociones (las pasiones) en el devenir del ser humano y en las sociedades. Me llama la atención cómo, en ese mecanicismo cientifista, se integran las emociones como uno de los motores del cambio y el desarrollo humano.
Bien es cierto que, por mucho desarrollo tecnológico que haya, tal y como dice el proverbio latino “soy un hombre, nada humano me es ajeno”. La lectura del Leviatán, con su mecanicismo, me llevó a preguntas como: ¿hasta qué punto ha cambiado la percepción emocional del ser humano de nuestros días? ¿cómo afectan o deberían afectar a la toma de decisiones en general y a la toma de decisiones empresariales en particular? Pues bien, mi tesis es que, como dice el lema latino, todo lo que hacemos, por mucho artificio que hagamos, es por y para el hombre.
Como ejemplo de cómo las emociones parecen ser una constante en el ser humano, en todas las culturas y periodos históricos, me referiré a un poema[1] que dice cosas como:
“El rostro del hombre es como del de uno que no existe. Ciertamente, el rostro está pálido. El arquero está listo. El culpable está en todos lados. No existe el hombre de ayer. Ciertamente, el saqueador (…) en todos lados.”
“El hombre temeroso no puede distinguir por el miedo del corazón.”
“Ciertamente, las personas han disminuido. El que coloca a su hermano en la tierra está en todos lados. Las palabras del hombre sabio huyen sin vacilar.”
Este poema llamado “Las Admoniciones de Ipuwer” fue escrito en Egipto alrededor del 1.850 a.C. en un periodo de inestabilidad social, económica y política. Me resulta muy interesante ver la similitud en cómo las emociones impactan en las personas dependiendo de las circunstancias, pero de forma casi atemporal. No sé si Hobbes leyó este poema, pero si lo hubiese hecho, reforzaría cómo entendía las pasiones, empezando por el miedo a la incertidumbre. Todo suena demasiado cercano, ¿no creen?
Como vemos, las emociones son una constante en la vida de las personas, si a ello, le sumamos cómo expresamos y percibimos estas emociones, los sesgos cognitivos y las formas del lenguaje, tenemos el complejo escenario por el que navegamos las personas y las organizaciones en nuestro día a día, escenario que va mucho más allá de lo que cualquier tabla o abstracción numérica pueda llegar a interpretar.
Las emociones pueden impulsar y motivar a las personas, a los equipos y a las organizaciones. La regulación de estas es clave para evitar entrar en un estado de ánimo de confusión, negatividad o parálisis, especialmente en los momentos complicados. Si a ello sumamos los sesgos cognitivos que pueden ser potenciados por las emociones, vemos la importancia de dicha regulación para evitar entrar en modos autodestructivos o destructivos. Por supuesto, todo ello, casi siguiendo las líneas del “giro lingüístico” debe vehicularse con el lenguaje adecuado que sirva para encauzar el estado emocional y la percepción de la realidad.
Esto me lleva a la necesidad de tener una estrategia en la toma de decisiones mucho más holística en la que se tengan en cuenta las interacciones entre las emociones, los sesgos cognitivos, el sustrato cultural y el lenguaje para poder comprender mucho mejor las situaciones y llegar a tomar las decisiones más adecuadas.
Naturalmente, este acercamiento a la realidad y a la resolución de problemas es el establecimiento de una cultura empresarial u organizacional como respuesta a un mundo complejo como el nuestro. Es buscar y encontrar los cimientos básicos que se esconden tras la sicología humana, los estudios culturales y la historia de las mentalidades (entre otras disciplinas). Es por ello por lo que se necesita una visión y una aproximación humanista a la problemática actual, porque, en el fondo, seguimos estando dónde estábamos y, “nada de lo humano nos puede ser ajeno”.
José Rosiñol CEO & Co-Founder